lunes, 24 de noviembre de 2014

"Capricho" cumplido.

Hoy hablaremos de sueños porque, ¿sabéis una cosa?, los frailes también soñamos y hay ocasiones, aunque no muchas, en la que los sueños se hacen realidad.

Después de cumplir un sueño hay varias posibles sensaciones que recorren tu cuerpo: la euforia de haberlo conseguido, la frustración de un sueño terminado, la decepción de no ser lo que esperabas, etc...
No vamos a decir cuál fue la nuestra. Cada uno, después de leer el artículo, que saque sus propias conclusiones.

Nuestro sueño gastronómico, muy alimentado últimamente por la publicidad, artículos y fama, era ir a la bodega “El capricho”, situado en la localidad de Jiménez de Jamuz, en la provincia de León. “El capricho” es reconocido y famoso por tener el mejor chuletón de buey del mundo.

Restaurante "El capricho"

El local es bastante curioso. Antes de entrar al restaurante lo primero que vemos, a través de unas cristaleras, es la cocina con las brasas, el personal y, destacando por encima de todo, sus impresionantes chuleteros. Accedemos al local por una sala con una pequeña barra que hace a su vez de recepción. Desde allí el personal nos acompaña hasta nuestra mesa. El comedor es una bodega acondicionada para restaurante, con pequeños apartados, las típicas bóvedas de bodega, para cada grupo de comensales.

El servicio es de gran calidad, amable, servicial y muy atento con los clientes. Se respira un ambiente como de restaurante de alta cocina.
La carta es extensa pero en su justa medida. Por supuesto, todo orientado al buey. En ella, aparte de los platos y los precios, cuenta la historia del local y el trato a sus animales, los verdaderos protagonistas de este lugar.
Pero hablemos de comida, ya que nuestro sueño era comer, no visitar.

Antes de nada, como recibimiento para ir abriendo boca, nos pusieron un pan tostado acompañado de un paté de cecina. Estaba muy sabroso y ensalzaba todo el sabor de la cecina en el paladar.

Pan tostado con paté de cecina

Hay gran variedad de platos entrantes, pero nosotros decidimos probar la carne de buey en todas las diferentes texturas ofrecidas.
Así que elegimos estos dos platos para compartir: steak tartar de buey y carpaccio de solomillo de buey. Dos muy buenas elecciones.

Una cantidad más que razonable de steak tartar y un color de la carne mucho más oscuro que lo servido habitualmente en otros restaurantes, hicieron de este plato algo especial. Por su aspecto da la impresión de que tendrá un sabor muy fuerte, pero realmente es excepcional, suave y agradable en boca.

Steak tartar de buey

En cuanto al carpaccio de solomillo de buey... han sustituido el habitual queso parmesano, que suele acompañar este plato y en ocasiones matar el sabor de la carne, por unas virutas de foie, dando como resultado una ración exquisita, de sabor inmejorable y en el que se permitía degustar plenamente el sabor de la magnífica carne. Perfecto.

Carpaccio de solomillo de buey

De plato principal, por supuesto, pedimos la famosa chuleta de buey. La pieza mínima de ese día era de 1 kilo y medio (aunque puede variar). Dato importante para los que acudan solos.
Primero nos presentaron la pieza en crudo para ver si era de nuestro agrado y nos explicaron sus características. A continuación colocaron una mesa auxiliar al lado de la nuestra y trajeron el chuletón cocinado entero a la brasa y exclusivamente con sal. Sobre esa mesa José Bordón, el cada vez más popular dueño de la bodega y como un padre para los bueyes, quita la grasa sobrante, separa la carne del hueso y trocea el chuletón con un corte diferente, siempre a contra veta, separando cada músculo para así favorecer que la pieza sea más tierna.

José Bordón

Como podéis comprobar el aspecto era apetecible, con un corte limpio y una jugosidad latente gracias al poco tiempo que estuvo la carne en el fuego.


Sirve una ración para cada comensal y en un plato de barro templado, previamente untado de grasa, deja el hueso y el resto de la carne. También se agradecen unas ricas patatas fritas en manteca.

Patatas fritas en manteca

Para la preparación de la carne no preguntan el punto, siempre lo sirven como ellos consideran su estado perfecto. Claro que habrá gente a la que le resulte crudo, pero merece la pena comerlo así. Es carne con un sabor muy intenso, suave, tierno, sabroso con una textura que no nos habíamos encontrado jamás en ninguna otra pieza de carne y, probablemente, esto se deba a su largo proceso de curación en el cuál ha madurado y ha perdido casi todos sus líquidos.

Pieza de chuletón


Es una carne de diez en todos los aspectos y, bajo nuestro punto de vista, todo esto se consigue al dar la misma importancia al cuidado del animal, a la madurez, a la curación de la carne y a la preparación de la misma.

Como todo se puede mejorar, quizás deberían plantearse poner los platos de barro un poco más calientes para no terminar comiendo la carne templada, aunque siempre puedes pedir que te traigan otro plato, claro está.

Para el postre pedimos consejo al camarero y, sin dudarlo, nos recomendó la Galleta de buey y café con espuma de chocolate blanco. Es un postre de presencia sobria y aunque por su aspecto no parezca un gran plato, no os dejéis engañar por su apariencia ya que para nosotros es el mejor postre que hemos probado hasta la fecha, por delante incluso de nuestra preciada torrija del Tatau Bistro de Huesca, recientemente galardonado con una Estrella Michelín. La tercera para la capital oscense.


El otro postre que nos aconsejó fue un helado de queso de oveja. Presentado en un recipiente de cristal cerrado que contenía el helado, nueces y humo que simulaban unas brasas. Al abrirlo salía dicho humo pudiéndose apreciar los aromas de unas buenas ascuas. Una original presentación, con un sabor agradable, pero bajo nuestro punto de vista, el humo mataba en exceso al de resto de ingredientes.

Helado de queso de oveja

Para terminar, una magnifica infusión de flores naturales de manzanilla y una café acompañado de galletas de buey, como no podía ser de otra manera.

Y así el sueño, una vez cumplido, llegó a su fin.

Ahora hablemos del precio, que es el argumento mayor de los detractores de este restaurante. Puede que sea el único motivo por el cual podría tener detractores ya que la calidad es indiscutible.
Vamos a dar nuestro punto de vista intentando ser lo más objetivos posibles. Nosotros somos de pagar lo que creemos que vale, no nos guiamos por el precio sino por la calidad y este sitio tiene calidad, mucha, pero también precio, mucho, aunque... ¿acorde? Es discutible, por supuesto. Pero esta carne vale mucho, ¿tanto como 70€ el kilo? Fue una comida de una calidad absoluta desde el principio hasta el final, ¿tanto como para pagar 90€ por persona sin vino? Insistimos, es discutible, pero nosotros no nos arrepentimos de ir, y aconsejamos que nadie se deje guiar solo por el precio, ni por lo que otra persona pueda opinar. El sitio lo merece. Hay que probar y sacar cada uno sus propias conclusiones.

Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 9
-Cantidad: 9
-Calidad: 10
-Precio: 6

Valoración global: 9. Gran calidad en todos los aspectos: servicio, todos y cada uno de sus platos, cantidad… Precio elevado, sí, pero muy aproximado a la gran calidad que se respira en este afamado lugar, porque no nos olvidemos que la fama también se paga, y mucho.