viernes, 22 de mayo de 2015

De la huerta al plato.


En esta ocasión los frailes nos fuimos hasta la capital con motivo de la celebración de las finales del campeonato de España de pelota, una de nuestras grandes aficiones, ¡que no todo va a ser rezar! Este año participaba nuestro querido C.P. Vallelado. Y aunque los resultados no acompañaron a nosotros no se nos pasó el hambre.

En esta ocasión, de la mano de otro apasionado de la gastronomía, fuimos a uno de los sitios más de moda de la ciudad, “La huerta de Tudela”. Restaurante donde la verdura es la protagonista y se trata al producto con un mimo y un gusto espectacular.

La afamada huerta Tudelana es la despensa de donde se nutre la cocina de este restaurante, siempre trabajando con productos de temporada y de alta calidad. Verdura de la de verdad, como la de cualquiera de los huertos de nuestros conventos.

El restaurante está situado en la Calle Prado nº 15 de Madrid, en pleno centro, justo entre la plaza Mayor y la plaza Neptuno.
Es muy importante reservar ya que suele estar siempre lleno y no dispone de un comedor excesivamente grande.

El servicio es muy atento y profesional. Te aconsejan en todo momento, te explican cada plato al detalle, están siempre pendientes del cliente y tienen detalles que hacen del restaurante un lugar muy agradable y de trato cercano. Un ejemplo es poner un plato de puré a una niña pequeña que no había pedido menú, pero que vieron que probó del plato de sus padres y le gustó. Esas cosas se agradecen.

La carta es amplia, aunque nosotros aconsejamos pedir alguno de los menús degustación. Con los menús degustación podrás probar muchos platos variados y de alta calidad.

Nosotros nos decantamos por el menú degustación de verduras; un menú de ocho platos y postre.

Antes de traer el primer plato te dan a elegir entre los tipos de pan que trabajan. Centeno, de masa madre, etc... Muy buen pan.

El primer plato es un puré de calabaza amarilla con picatostes. No es uno de los platos más destacables pero es de una textura cremosa y de un sabor agradable.

Puré de calabaza amarilla con picatostes

Seguimos con dos platos más que, aunque parezcan escasos, son de gran sabor.
Uno es una cebolleta confitada al Chardonnay y el otro son unos pimientos del cristal asados a la leña. La cebolleta es muy agradable en textura y la acompaña una salsa que no deja de pedir pan. Por su parte, los pimientos del cristal asados a la leña son unos pimientos con el toque justo de asado y con el sabor característico del ahumado que proviene de la leña.

Cebolleta  y pimientos

Cuarto plato y uno de los más destacables: milhojas de patata confitada en aceite de codillo de jamón y sus borrajas. La magnífica mezcla de la textura de la patata confitada y el sabor de las borrajas hacen de este plato un auténtico homenaje a la huerta en el paladar. La cremosidad de las salsas, la explosión de sabor que aporta las borrajas, las texturas… en fin, un gran plato.

Milhojas de patata confitada

No hay quinto malo: menestra de invierno (alcachofas, brócoli, alubias verdes y acelgas). Un plato tradicional de huerta en las que el sabor de la acelga se hace protagonista del plato y donde la calidad de las verduras están solas ante el peligro. Podemos confirmar que pasan la prueba.

Menestra de invierno

Y en el sexto salió el premio gordo: penca de acelga rellena de jamón ibérico y veloute de hongos con salsa holandesa en pomada. Nombre rimbombante, sí, pero nada desmerecedor. El rebozado crujiente en el exterior, la textura e impresionante sabor de la acelga con el jamón ibérico, la veloute de hongos en el interior y la exquisita salsa holandesa en pomada hacen un plato redondo, sorprendente y muy agradable. En esta ocasión la acelga se hace menos protagonista del sabor y el conjunto es soberbio.

Penca de acelga rellena de jamón ibérico

Séptimo plato y otro de los importantes: corona de alcachofas fritas con foie gras. Es un timbal de alcachofas crujientes coronado por un trozo de foie. Cierto es que nunca habíamos probado las alcachofas fritas y nos han sorprendido gratamente ya que pueden ser un magnifico acompañante para casi cualquier plato. En esta ocasión dejan el papel de actores secundarios y se hacen protagonistas.
Corona de alcachofas fritas con foie-gras

Octavo y último plato: pochas de Tudela a la forma tradicional con piparras jóvenes encurtidas. Junto con el puré de calabaza naranja quizás son los platos menos sorprendentes. No por falta da calidad y de sabor, claro, sino porque son platos que simplemente sorprenden menos.
Cómo siempre la compañía de la piparra hace el plato más “alegre”. Tandem perfecto.

Pochas de Tudela

El postre nos es algo familiar. Una torrija de vainilla Bourbon con helado de vainilla de Madagascar y trufa de chocolate. Guarda cierta similitud con la torrija de nuestro querido Tatau, aunque no en los detalles. Aquí la acompañan un trufa (nada destacable) y la textura de la torrija es más hueca y con una presencia de leche mucho mayor. Estaba muy rica, pero es muy difícil superar la del Tatau.


Con esto se acabo una jornada entretenida que, a pesar de la derrota, nos dejó dos grandes cosas.
Una, ver lo bien que juega el pequeño del equipo y dos, nos pegamos una gran comida que demuestra que las verduras pueden ser protagonistas de un gran menú sin que el comensal eche de menos la carne ni el pescado.

Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 9
-Cantidad: 8
-Calidad: 9
-Precio: 6

Valoración global: 8. Gran menú de huerta en un lugar agradable. Magnífico servicio y de una gran calidad. La fama, situación y la calidad del lugar suben un poco los precios del menú (44€), que al principio sorprenden ante la ausencia de carnes y pescados, pero que te dejan satisfecho tanto en cantidad como en calidad. También disponen de establecimientos en Zaragoza y Tudela.

viernes, 27 de marzo de 2015

Tras la senda del chuletón.

Cada fraile tiene sus santos preferidos y uno de los nuestros, sin ninguna duda, es el chuletón. Somos devotos desde hace años y lo sacamos en procesión siempre que podemos.

En esta ocasión vimos en Zaragoza un cartel enorme que dice que en Huesca, en el Trinche Asador, se puede comer uno de los buenos. Y como no podía ser de otra manera, hemos ido a rezarle.

En este restaurante el chuletón se presenta en un menú cerrado que consiste en unos entrantes para compartir, chuletón, pan, postre, agua, vino rioja y café por 35€ por persona.

En lo que a entrantes se refiere consta de unos embutidos, aceitunas (hasta aquí nada destacable), unas ricas croquetas caseras de bacalao (y que en esta ocasión podemos asegurar que sí que eran caseras) y todo esto acompañado de una ensalada de lechuga de hoja de roble con espárragos, cebolla, tomate, melón, anchoas y una riquísima ventresca de atún que fue lo que más nos gustó. En fin, una buena ensalada.


Y ahora venía nuestro santo. La carne se presenta en una pieza de aproximadamente 1 kilo de ternera de Broto, pasada por la brasa y posteriormente fileteada y con una piedra caliente al centro para terminar de dar cada uno su punto óptimo.
A la vista y al tacto pudimos comprobar que el chuletón hacía un buen rato que había salido de la brasa y no se presentaba con el trozo de grasa correspondiente para engrasar la piedra y evitar que se pegue. Dos errores importantes pero fácilmente mejorables.
La carne de Broto era realmente tierna y sabrosa, no nos vamos a engañar. De los frailes es sabido que damos mucha importancia al tiempo de curación de la carne a la hora de comer chuletón, y en esta ocasión podemos decir que ese tiempo de curación le daba a la carne un buen gusto y que aportaba un sabor intenso, sobretodo en los bordes y la carne pegada al hueso. No podemos poner ningún pero a la carne en lo respectivo a tierno y sabroso. Podéis ver su apariencia.


Los postres eran caseros, que siempre se agradece, pero muy sencillos. En esta ocasión probamos las natillas, las cuales estaban simplemente correctas, y un arroz con leche insulso y acuoso que daba la sensación de estar cocido con agua y terminado con leche. Otro error fatídico en este tipo de postres.

La verdad es que el chuletón estaba realmente bueno y quizá no llega al nivel de nuestros sitios preferidos para comer chuletón a la brasa porque tenemos el nivel muy alto y deberíamos bajar de los cielos para poner los pies en la tierra. Y es que nunca olvidamos de El Tejar...
Con unos pequeños detalles puede convertirse en uno de los mejores sitios de la ciudad para comer chuletón a la brasa. Un producto que, desgraciadamente, esté muy descuidado en Huesca.


Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 6.5
-Cantidad: 6
-Calidad: 6.5
-Precio: 6

Valoración global: 6. Carne sabrosa y tierna, buena ensalada, pero falta por pulir algunos detalles para dar un salto de calidad.

miércoles, 25 de febrero de 2015

La casa del lechazo

Uno de los mandamientos que tienen nuestras escrituras es que cada cosa hay que comerla en su casa y, sin duda, la casa del lechazo es el restaurante Mannix de Campaspero en la provincia de Valladolid.
Para los que no conocen el producto decirles, aparte de que ya están tardando en ir en procesión a probar uno de los platos más típicos de Castilla, que el lechazo es la cría de la oveja, genéricamente cordero, que ha sido alimentado sólo con leche materna. Por supuesto que en este caso se trata de lechazo churro, con lo que también debe ser hijo de una hembra ovina de raza Churra. El peso medio del estos corderos es de unos 6kg aproximadamente.

Campaspero, localidad donde se encuentra el restaurante, es un municipio de unos 1200 habitantes de la provincia de Valladolid y que se encuentra situado entre Cuéllar (tierra de encierros) y Peñafiel (tierra de vinos). Localidades que desde aquí aconsejamos visitar.
Campaspero es conocido sobretodo por su piedra caliza, que tanto se usa en la construcción, además de por su lechazo asado, claro está.

El restaurante que cuenta con mucha tradición y experiencia en lo que al asado de lechazo se refiere, tiene entre otros reconocimientos el Blasón de Oro y del Turismo en 1999 y en el año 2000.
El asado se realiza en hornos tradicionales con leña de encina y sobre cazuela de barro, como debe de ser. Al ser un producto con una preparación larga es casi obligatorio reservar antes, así seguro que es una apuesta segura.
Dicen los más sabios que cuando uno quiere comer lechazo solo debe pedir lechazo y ensalada ya que es la mejor manera de saborearlo. Nosotros, como buenos monaguillos, así lo hicimos y... no les quitamos la razón. Sin duda, es la mejor manera de comerlo. Estilo antiguo.
La ensalada, al estilo tradicional, contiene simple lechuga, tomate y cebolla. Pero no le hace falta nada más, lo aseguramos.
El lechazo lo sirven por cuartos, en su propia cazuela de barro, al centro de la mesa y lo parten allí mismo.
La carne está tierna, jugosa, sabrosa, y en su punto justo de asado. Tantos años al lado del fuego son un buen currículo para dar a la carne ese color dorado tan particular. No podemos poner ni un solo pero a lo que nos sirvieron. Íbamos a por lechazo y un muy buen lechazo nos comimos.

Cuarto de lechazo

Una de las cosas que más diferencian un buen sitio para comer lechazo de uno malo es que, una vez comido, no te repita el sabor hasta la saciedad. Si has comido lechazo y estás todo el día con su sabor en la boca… mala señal. Hay sitios donde comes lechazo y después no te quedan ganas de volver a comerlo en una gran temporada. Este no es el caso, aquí te quedarán ganas de volver. Asegurado.

Al tratarse de un animal pequeño los cuartos no son grandes y dependiendo de quien sea tu pareja de baile quizás os atreváis a pedir un cuarto por persona. Eso sí, sin entrantes. Solo con ensalada y siendo dos buenos frailes, claro.

En cuanto a los postres hemos de decir que nos sorprendieron gratamente. Últimamente en todos los restaurantes nos están sorprendiendo en este aspecto. Algo de agradecer que trabajen este plato y no recurran al típico "flan, tarta y fruta".
Pedimos crema castellana; de aspecto similar a la crema catalana pero con una textura algo más cremosa.

Crema castellana

Y un "Toma Te un queso" realmente exquisito, sorprendente y original. Una manera diferente de comer tarta de queso, con una textura más aproximada a la mousse y con apariencia de tomate. Postre muy aconsejable.

"Toma Te un queso" del Facebook del restaurante

Pero todo no puede ser tan maravilloso y en esta ocasión tienen un importante pero que quizás deban analizar si quieren ser el gran restaurante que venden. La confianza que se toma parte del servicio y cocina con los comensales es excesiva y en muchos casos resulta desagradable y molesta.

Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 4
-Cantidad: 7
-Calidad: 9
-Precio: 7

Valoración global: 7. Lechazo de gran calidad y asado de manera tradicional, tal como se espera de este sitio. Quizá uno de los mejores lugares para comer este afamado producto. Pero deberían controlar ciertas actitudes ya que en ocasiones el trato puede matar la magia de una gran comida.

miércoles, 14 de enero de 2015

En busca de nuestro Santo Grial.

Lo volvimos a hacer. Salimos a la carretera en busca de nuestro santo preferido.
Esta vez nuestro incansable afán por encontrar el mejor chuletón nos llevó hasta el Albergue d'a Garcipollera en Villanovilla (Huesca).
Habíamos leído en Internet que sus carnes son famosas en todo el valle (incluso fuera de él) y por eso mismo emprendimos el viaje.
Bien es cierto que no sólo nos gusta comer como frailes, sino también viajar y descubrir mundo como los ermitaños. Así pues, fuimos a visitar una joya medieval que está cerca de Santa Cruz de la Serós; el monasterio de San Juan de la Peña.
Su enclave es especialmente peculiar ya que está cubierto por una enorme roca que le da nombre. Su claustro es digno de película y, cuenta la leyenda, el santo Grial estuvo varios años al resguardo de sus paredes.
Si tenéis la oportunidad, id a verlo. No hay excusa.

Monasterio de San Juan de la Peña

Como bien decíamos, nuestros pies nos llevaron hasta Villanovilla, que es un pequeño pueblo situado en el valle de la Garcipollera. El pueblo hasta hace bien poco estaba poco menos que abandonado, pero gracias a una gran inversión de dinero ha cobrado fuerza en belleza y turismo.
El Albergue d'a Garcipollera también ha contribuido a que haya movimiento en sus las calles ya que, muy probablemente, la mayoría de las personas que estén en ese momento en el pueblo sean comensales del restaurante.
Ah! Y a escasos metros del pueblo sale una pista que, después de una buena caminata, da a la preciosa iglesia de Santa María de Iguácel. Si te gusta andar, la montaña y el arte, su visita es obligada.

Santa María de Iguácel (foto: Wikipedia)

Recomendamos reservar mesa ya que el restaurante como tal sólo dispone de una docena de mesas y sería una faena ir a este pueblo "perdido" del Pirineo para darse la vuelta.
Y sin más, vamos con lo que nos concierne.
Lo primero que nos llamó la atención es que sólo hay un camarero (el dueño) para todas las mesas. Bien es cierto que no son muchas, pero por momentos se nota que el servicio carece de fluidez (tardaron unos 20 minutos desde que nos sentamos hasta que nos tomaron nota). Quizá sea de lo que más flojee.
El sitio es acogedor puesto que es una antigua casa reformada, con su hogar, su chimenea, sus vistas a la calle...
Puerta del restaurante

Sin duda alguna nuestro objetivo era el chuletón pero queríamos probar las diferentes especialidades de la casa, que no son pocas.
Esta vez comenzamos por unas croquetas de hongos que habíamos oído que eran espectaculares y...
sinceramente, no son nada del otro mundo. Es cierto que el relleno era cremoso y con mucho sabor pero como hemos dicho alguna otra vez, el hongo es un ingrediente muy recurrente y su sabor siempre es agradable.
El rebozado no casaba con el relleno. El relleno y el rebozado eran dos cosas totalmente diferentes. Incluso el rebozado se partía dando la sensación de congelado.
Aún así, el sabor era muy bueno. ¡¡Y cómo quemaban!!

Croquetas de hongos

Nos chocó ver en carta el plato de pulpo a la brasa, algo que consideramos no muy común, así que decidimos probarlo.
Iba acompañado de unas patatas asadas a la brasa, un poco de pimentón y algo de alioli casero.
La brasa le daba ese toque a fuego que no puede dar una plancha y eso le proporcionaba un punto
nuevo al plato. Desgraciadamente el pulpo es una lotería, te puede tocar una pieza tierna como el aire o dura como una roca. Pues bien, casi llegamos a jugar en los dos bandos. No nos mal interpretéis cuando decimos eso, ya que el pulpo estaba realmente bueno. Pero había trozos tiernos y con su sabor a leña y otros un poco más duros y un poco más sosos.
Creemos que a veces se ven desbordados también en cocina y por eso esta preparación.
El alioli (más bien decorativo) era muy suave y acompañaba más a las patatas que al pulpo.

Pulpo a la brasa

Seguimos con unos caracoles con ajolio. Éste fue uno de los platos que más nos gustó.
Como en las raciones anteriores, el plato no era muy abundante. Los caracoles, bastante grandes, estaban muy bien cocidos y con un sabor intenso gracias a la salsa acompañante. Típico plato para chuparse los dedos.
Aunque gran parte del buen sabor y protagonismo del plato se lo llevaba la salsa acompañante gracias a una rica aceite y unas buenas especias.
Quizá faltaba algo más de limpieza en los caracoles, algo muy costoso.

Caracoles con ajolio

El siguiente plato no lo habíamos pedido desde un principio, pero lo vimos pasar y la verdad es que nos llamó mucho la atención. El dueño nos lo recomendó encarecidamente y, cierto es, no lo habíamos probado nunca. ¿Que qué era? Algo muy simple: piparras a la brasa.
Las piparras son bien conocidas por comercializarse en conserva y, por supuesto, por su calidad. Este tipo de guindillas deben oscilar entre 8 y 12 centímetros y, supuestamente, si son más grandes significa que han estado demasiado tiempo al sol. Nos gustó tanto este plato que el Albergue d'a Garcipollera será recordado por sus riquísimas piparras.
Toque a brasa, tiernas, sin picor, sabrosas... ¡Cayeron como pipas!

Piparras a la brasa

Y ahora pasamos a nuestro Santo Grial: el chuletón.
Varias personas nos lo habían recomendado y también habíamos leído sus buenas críticas en Internet. Y no es para menos. 
Disfrutamos como críos con esta carne. El dueño nos trajo el chuletón de Viejo en un plato, nos lo enseñó, nos informó de cuantos gramos pesaba y nos recomendó que, de momento, no pidiéramos más ya que era una buena pieza de casi 1,300 Kg.
Bien; nos trajo la típica piedra ardiente para poder terminar de hacer la carne al gusto, aunque bien es cierto que el punto que tenía de leña era suficiente.
La carne era extremadamente tierna, con un buen trozo de grasa (importante) y con un entrevedado visible; algo que siempre marca el sabor. 
Tanto nos gustó y tantas ganas teníamos de comerlo que al momento ya no había carne en el plato. Su dueño, sorprendido, nos dijo que si queríamos otra pieza y... ya nos conocéis. No pudimos evitarlo.
Esta vez nos comimos otro chuletón de 800gr. Quizá era gula o quizá no, pero os recomendamos que probéis su carne. Una carne curada, suave de sabor pero sabrosa.
Quizá lo más molesto es que el Albergue no es muy grande y la concentración de vapores y humo es algo abundante (tampoco mucho).

Chuletón de Viejo

Con las panzas bien llenas llegaron los postres. En estos restaurantes suelen abundar los postres caseros, que siempre se agradecen más que los precocinados.
Entre las 4 o 5 opciones elegimos una tarta de queso casera, con buen sabor pero nada especial, y el impresionante helado de queso de oveja.
Este helado es uno de los mejores postres (sin tener una elaboración más allá del helado y el queso) que hemos probado en mucho tiempo. Exquisito, sabroso y cremoso. Obligatorio.

Helado de queso de oveja

La zona, la comida, la Historia... todo tiene razón de ser cuando se visitan sitios como este.
Después de todo, nos recogimos en casa para pensar y pensar... ¿dónde estará nuestro Santo Grial?
Aunque una cosa está clara: cada día estamos más cerca.


Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 5,5
-Cantidad: 7
-Calidad: 8
-Precio: 7

Valoración global: 7. Servicio flojo para las pocas mesas que tiene. Aunque la cantidad no es muy abundante, los productos son de muy buena calidad. Especialidad en caracoles y chuletón (este último obligatorio). Atención! No se admite pago con tarjeta.