viernes, 22 de mayo de 2015

De la huerta al plato.


En esta ocasión los frailes nos fuimos hasta la capital con motivo de la celebración de las finales del campeonato de España de pelota, una de nuestras grandes aficiones, ¡que no todo va a ser rezar! Este año participaba nuestro querido C.P. Vallelado. Y aunque los resultados no acompañaron a nosotros no se nos pasó el hambre.

En esta ocasión, de la mano de otro apasionado de la gastronomía, fuimos a uno de los sitios más de moda de la ciudad, “La huerta de Tudela”. Restaurante donde la verdura es la protagonista y se trata al producto con un mimo y un gusto espectacular.

La afamada huerta Tudelana es la despensa de donde se nutre la cocina de este restaurante, siempre trabajando con productos de temporada y de alta calidad. Verdura de la de verdad, como la de cualquiera de los huertos de nuestros conventos.

El restaurante está situado en la Calle Prado nº 15 de Madrid, en pleno centro, justo entre la plaza Mayor y la plaza Neptuno.
Es muy importante reservar ya que suele estar siempre lleno y no dispone de un comedor excesivamente grande.

El servicio es muy atento y profesional. Te aconsejan en todo momento, te explican cada plato al detalle, están siempre pendientes del cliente y tienen detalles que hacen del restaurante un lugar muy agradable y de trato cercano. Un ejemplo es poner un plato de puré a una niña pequeña que no había pedido menú, pero que vieron que probó del plato de sus padres y le gustó. Esas cosas se agradecen.

La carta es amplia, aunque nosotros aconsejamos pedir alguno de los menús degustación. Con los menús degustación podrás probar muchos platos variados y de alta calidad.

Nosotros nos decantamos por el menú degustación de verduras; un menú de ocho platos y postre.

Antes de traer el primer plato te dan a elegir entre los tipos de pan que trabajan. Centeno, de masa madre, etc... Muy buen pan.

El primer plato es un puré de calabaza amarilla con picatostes. No es uno de los platos más destacables pero es de una textura cremosa y de un sabor agradable.

Puré de calabaza amarilla con picatostes

Seguimos con dos platos más que, aunque parezcan escasos, son de gran sabor.
Uno es una cebolleta confitada al Chardonnay y el otro son unos pimientos del cristal asados a la leña. La cebolleta es muy agradable en textura y la acompaña una salsa que no deja de pedir pan. Por su parte, los pimientos del cristal asados a la leña son unos pimientos con el toque justo de asado y con el sabor característico del ahumado que proviene de la leña.

Cebolleta  y pimientos

Cuarto plato y uno de los más destacables: milhojas de patata confitada en aceite de codillo de jamón y sus borrajas. La magnífica mezcla de la textura de la patata confitada y el sabor de las borrajas hacen de este plato un auténtico homenaje a la huerta en el paladar. La cremosidad de las salsas, la explosión de sabor que aporta las borrajas, las texturas… en fin, un gran plato.

Milhojas de patata confitada

No hay quinto malo: menestra de invierno (alcachofas, brócoli, alubias verdes y acelgas). Un plato tradicional de huerta en las que el sabor de la acelga se hace protagonista del plato y donde la calidad de las verduras están solas ante el peligro. Podemos confirmar que pasan la prueba.

Menestra de invierno

Y en el sexto salió el premio gordo: penca de acelga rellena de jamón ibérico y veloute de hongos con salsa holandesa en pomada. Nombre rimbombante, sí, pero nada desmerecedor. El rebozado crujiente en el exterior, la textura e impresionante sabor de la acelga con el jamón ibérico, la veloute de hongos en el interior y la exquisita salsa holandesa en pomada hacen un plato redondo, sorprendente y muy agradable. En esta ocasión la acelga se hace menos protagonista del sabor y el conjunto es soberbio.

Penca de acelga rellena de jamón ibérico

Séptimo plato y otro de los importantes: corona de alcachofas fritas con foie gras. Es un timbal de alcachofas crujientes coronado por un trozo de foie. Cierto es que nunca habíamos probado las alcachofas fritas y nos han sorprendido gratamente ya que pueden ser un magnifico acompañante para casi cualquier plato. En esta ocasión dejan el papel de actores secundarios y se hacen protagonistas.
Corona de alcachofas fritas con foie-gras

Octavo y último plato: pochas de Tudela a la forma tradicional con piparras jóvenes encurtidas. Junto con el puré de calabaza naranja quizás son los platos menos sorprendentes. No por falta da calidad y de sabor, claro, sino porque son platos que simplemente sorprenden menos.
Cómo siempre la compañía de la piparra hace el plato más “alegre”. Tandem perfecto.

Pochas de Tudela

El postre nos es algo familiar. Una torrija de vainilla Bourbon con helado de vainilla de Madagascar y trufa de chocolate. Guarda cierta similitud con la torrija de nuestro querido Tatau, aunque no en los detalles. Aquí la acompañan un trufa (nada destacable) y la textura de la torrija es más hueca y con una presencia de leche mucho mayor. Estaba muy rica, pero es muy difícil superar la del Tatau.


Con esto se acabo una jornada entretenida que, a pesar de la derrota, nos dejó dos grandes cosas.
Una, ver lo bien que juega el pequeño del equipo y dos, nos pegamos una gran comida que demuestra que las verduras pueden ser protagonistas de un gran menú sin que el comensal eche de menos la carne ni el pescado.

Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 9
-Cantidad: 8
-Calidad: 9
-Precio: 6

Valoración global: 8. Gran menú de huerta en un lugar agradable. Magnífico servicio y de una gran calidad. La fama, situación y la calidad del lugar suben un poco los precios del menú (44€), que al principio sorprenden ante la ausencia de carnes y pescados, pero que te dejan satisfecho tanto en cantidad como en calidad. También disponen de establecimientos en Zaragoza y Tudela.

viernes, 27 de marzo de 2015

Tras la senda del chuletón.

Cada fraile tiene sus santos preferidos y uno de los nuestros, sin ninguna duda, es el chuletón. Somos devotos desde hace años y lo sacamos en procesión siempre que podemos.

En esta ocasión vimos en Zaragoza un cartel enorme que dice que en Huesca, en el Trinche Asador, se puede comer uno de los buenos. Y como no podía ser de otra manera, hemos ido a rezarle.

En este restaurante el chuletón se presenta en un menú cerrado que consiste en unos entrantes para compartir, chuletón, pan, postre, agua, vino rioja y café por 35€ por persona.

En lo que a entrantes se refiere consta de unos embutidos, aceitunas (hasta aquí nada destacable), unas ricas croquetas caseras de bacalao (y que en esta ocasión podemos asegurar que sí que eran caseras) y todo esto acompañado de una ensalada de lechuga de hoja de roble con espárragos, cebolla, tomate, melón, anchoas y una riquísima ventresca de atún que fue lo que más nos gustó. En fin, una buena ensalada.


Y ahora venía nuestro santo. La carne se presenta en una pieza de aproximadamente 1 kilo de ternera de Broto, pasada por la brasa y posteriormente fileteada y con una piedra caliente al centro para terminar de dar cada uno su punto óptimo.
A la vista y al tacto pudimos comprobar que el chuletón hacía un buen rato que había salido de la brasa y no se presentaba con el trozo de grasa correspondiente para engrasar la piedra y evitar que se pegue. Dos errores importantes pero fácilmente mejorables.
La carne de Broto era realmente tierna y sabrosa, no nos vamos a engañar. De los frailes es sabido que damos mucha importancia al tiempo de curación de la carne a la hora de comer chuletón, y en esta ocasión podemos decir que ese tiempo de curación le daba a la carne un buen gusto y que aportaba un sabor intenso, sobretodo en los bordes y la carne pegada al hueso. No podemos poner ningún pero a la carne en lo respectivo a tierno y sabroso. Podéis ver su apariencia.


Los postres eran caseros, que siempre se agradece, pero muy sencillos. En esta ocasión probamos las natillas, las cuales estaban simplemente correctas, y un arroz con leche insulso y acuoso que daba la sensación de estar cocido con agua y terminado con leche. Otro error fatídico en este tipo de postres.

La verdad es que el chuletón estaba realmente bueno y quizá no llega al nivel de nuestros sitios preferidos para comer chuletón a la brasa porque tenemos el nivel muy alto y deberíamos bajar de los cielos para poner los pies en la tierra. Y es que nunca olvidamos de El Tejar...
Con unos pequeños detalles puede convertirse en uno de los mejores sitios de la ciudad para comer chuletón a la brasa. Un producto que, desgraciadamente, esté muy descuidado en Huesca.


Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 6.5
-Cantidad: 6
-Calidad: 6.5
-Precio: 6

Valoración global: 6. Carne sabrosa y tierna, buena ensalada, pero falta por pulir algunos detalles para dar un salto de calidad.

miércoles, 25 de febrero de 2015

La casa del lechazo

Uno de los mandamientos que tienen nuestras escrituras es que cada cosa hay que comerla en su casa y, sin duda, la casa del lechazo es el restaurante Mannix de Campaspero en la provincia de Valladolid.
Para los que no conocen el producto decirles, aparte de que ya están tardando en ir en procesión a probar uno de los platos más típicos de Castilla, que el lechazo es la cría de la oveja, genéricamente cordero, que ha sido alimentado sólo con leche materna. Por supuesto que en este caso se trata de lechazo churro, con lo que también debe ser hijo de una hembra ovina de raza Churra. El peso medio del estos corderos es de unos 6kg aproximadamente.

Campaspero, localidad donde se encuentra el restaurante, es un municipio de unos 1200 habitantes de la provincia de Valladolid y que se encuentra situado entre Cuéllar (tierra de encierros) y Peñafiel (tierra de vinos). Localidades que desde aquí aconsejamos visitar.
Campaspero es conocido sobretodo por su piedra caliza, que tanto se usa en la construcción, además de por su lechazo asado, claro está.

El restaurante que cuenta con mucha tradición y experiencia en lo que al asado de lechazo se refiere, tiene entre otros reconocimientos el Blasón de Oro y del Turismo en 1999 y en el año 2000.
El asado se realiza en hornos tradicionales con leña de encina y sobre cazuela de barro, como debe de ser. Al ser un producto con una preparación larga es casi obligatorio reservar antes, así seguro que es una apuesta segura.
Dicen los más sabios que cuando uno quiere comer lechazo solo debe pedir lechazo y ensalada ya que es la mejor manera de saborearlo. Nosotros, como buenos monaguillos, así lo hicimos y... no les quitamos la razón. Sin duda, es la mejor manera de comerlo. Estilo antiguo.
La ensalada, al estilo tradicional, contiene simple lechuga, tomate y cebolla. Pero no le hace falta nada más, lo aseguramos.
El lechazo lo sirven por cuartos, en su propia cazuela de barro, al centro de la mesa y lo parten allí mismo.
La carne está tierna, jugosa, sabrosa, y en su punto justo de asado. Tantos años al lado del fuego son un buen currículo para dar a la carne ese color dorado tan particular. No podemos poner ni un solo pero a lo que nos sirvieron. Íbamos a por lechazo y un muy buen lechazo nos comimos.

Cuarto de lechazo

Una de las cosas que más diferencian un buen sitio para comer lechazo de uno malo es que, una vez comido, no te repita el sabor hasta la saciedad. Si has comido lechazo y estás todo el día con su sabor en la boca… mala señal. Hay sitios donde comes lechazo y después no te quedan ganas de volver a comerlo en una gran temporada. Este no es el caso, aquí te quedarán ganas de volver. Asegurado.

Al tratarse de un animal pequeño los cuartos no son grandes y dependiendo de quien sea tu pareja de baile quizás os atreváis a pedir un cuarto por persona. Eso sí, sin entrantes. Solo con ensalada y siendo dos buenos frailes, claro.

En cuanto a los postres hemos de decir que nos sorprendieron gratamente. Últimamente en todos los restaurantes nos están sorprendiendo en este aspecto. Algo de agradecer que trabajen este plato y no recurran al típico "flan, tarta y fruta".
Pedimos crema castellana; de aspecto similar a la crema catalana pero con una textura algo más cremosa.

Crema castellana

Y un "Toma Te un queso" realmente exquisito, sorprendente y original. Una manera diferente de comer tarta de queso, con una textura más aproximada a la mousse y con apariencia de tomate. Postre muy aconsejable.

"Toma Te un queso" del Facebook del restaurante

Pero todo no puede ser tan maravilloso y en esta ocasión tienen un importante pero que quizás deban analizar si quieren ser el gran restaurante que venden. La confianza que se toma parte del servicio y cocina con los comensales es excesiva y en muchos casos resulta desagradable y molesta.

Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 4
-Cantidad: 7
-Calidad: 9
-Precio: 7

Valoración global: 7. Lechazo de gran calidad y asado de manera tradicional, tal como se espera de este sitio. Quizá uno de los mejores lugares para comer este afamado producto. Pero deberían controlar ciertas actitudes ya que en ocasiones el trato puede matar la magia de una gran comida.

miércoles, 14 de enero de 2015

En busca de nuestro Santo Grial.

Lo volvimos a hacer. Salimos a la carretera en busca de nuestro santo preferido.
Esta vez nuestro incansable afán por encontrar el mejor chuletón nos llevó hasta el Albergue d'a Garcipollera en Villanovilla (Huesca).
Habíamos leído en Internet que sus carnes son famosas en todo el valle (incluso fuera de él) y por eso mismo emprendimos el viaje.
Bien es cierto que no sólo nos gusta comer como frailes, sino también viajar y descubrir mundo como los ermitaños. Así pues, fuimos a visitar una joya medieval que está cerca de Santa Cruz de la Serós; el monasterio de San Juan de la Peña.
Su enclave es especialmente peculiar ya que está cubierto por una enorme roca que le da nombre. Su claustro es digno de película y, cuenta la leyenda, el santo Grial estuvo varios años al resguardo de sus paredes.
Si tenéis la oportunidad, id a verlo. No hay excusa.

Monasterio de San Juan de la Peña

Como bien decíamos, nuestros pies nos llevaron hasta Villanovilla, que es un pequeño pueblo situado en el valle de la Garcipollera. El pueblo hasta hace bien poco estaba poco menos que abandonado, pero gracias a una gran inversión de dinero ha cobrado fuerza en belleza y turismo.
El Albergue d'a Garcipollera también ha contribuido a que haya movimiento en sus las calles ya que, muy probablemente, la mayoría de las personas que estén en ese momento en el pueblo sean comensales del restaurante.
Ah! Y a escasos metros del pueblo sale una pista que, después de una buena caminata, da a la preciosa iglesia de Santa María de Iguácel. Si te gusta andar, la montaña y el arte, su visita es obligada.

Santa María de Iguácel (foto: Wikipedia)

Recomendamos reservar mesa ya que el restaurante como tal sólo dispone de una docena de mesas y sería una faena ir a este pueblo "perdido" del Pirineo para darse la vuelta.
Y sin más, vamos con lo que nos concierne.
Lo primero que nos llamó la atención es que sólo hay un camarero (el dueño) para todas las mesas. Bien es cierto que no son muchas, pero por momentos se nota que el servicio carece de fluidez (tardaron unos 20 minutos desde que nos sentamos hasta que nos tomaron nota). Quizá sea de lo que más flojee.
El sitio es acogedor puesto que es una antigua casa reformada, con su hogar, su chimenea, sus vistas a la calle...
Puerta del restaurante

Sin duda alguna nuestro objetivo era el chuletón pero queríamos probar las diferentes especialidades de la casa, que no son pocas.
Esta vez comenzamos por unas croquetas de hongos que habíamos oído que eran espectaculares y...
sinceramente, no son nada del otro mundo. Es cierto que el relleno era cremoso y con mucho sabor pero como hemos dicho alguna otra vez, el hongo es un ingrediente muy recurrente y su sabor siempre es agradable.
El rebozado no casaba con el relleno. El relleno y el rebozado eran dos cosas totalmente diferentes. Incluso el rebozado se partía dando la sensación de congelado.
Aún así, el sabor era muy bueno. ¡¡Y cómo quemaban!!

Croquetas de hongos

Nos chocó ver en carta el plato de pulpo a la brasa, algo que consideramos no muy común, así que decidimos probarlo.
Iba acompañado de unas patatas asadas a la brasa, un poco de pimentón y algo de alioli casero.
La brasa le daba ese toque a fuego que no puede dar una plancha y eso le proporcionaba un punto
nuevo al plato. Desgraciadamente el pulpo es una lotería, te puede tocar una pieza tierna como el aire o dura como una roca. Pues bien, casi llegamos a jugar en los dos bandos. No nos mal interpretéis cuando decimos eso, ya que el pulpo estaba realmente bueno. Pero había trozos tiernos y con su sabor a leña y otros un poco más duros y un poco más sosos.
Creemos que a veces se ven desbordados también en cocina y por eso esta preparación.
El alioli (más bien decorativo) era muy suave y acompañaba más a las patatas que al pulpo.

Pulpo a la brasa

Seguimos con unos caracoles con ajolio. Éste fue uno de los platos que más nos gustó.
Como en las raciones anteriores, el plato no era muy abundante. Los caracoles, bastante grandes, estaban muy bien cocidos y con un sabor intenso gracias a la salsa acompañante. Típico plato para chuparse los dedos.
Aunque gran parte del buen sabor y protagonismo del plato se lo llevaba la salsa acompañante gracias a una rica aceite y unas buenas especias.
Quizá faltaba algo más de limpieza en los caracoles, algo muy costoso.

Caracoles con ajolio

El siguiente plato no lo habíamos pedido desde un principio, pero lo vimos pasar y la verdad es que nos llamó mucho la atención. El dueño nos lo recomendó encarecidamente y, cierto es, no lo habíamos probado nunca. ¿Que qué era? Algo muy simple: piparras a la brasa.
Las piparras son bien conocidas por comercializarse en conserva y, por supuesto, por su calidad. Este tipo de guindillas deben oscilar entre 8 y 12 centímetros y, supuestamente, si son más grandes significa que han estado demasiado tiempo al sol. Nos gustó tanto este plato que el Albergue d'a Garcipollera será recordado por sus riquísimas piparras.
Toque a brasa, tiernas, sin picor, sabrosas... ¡Cayeron como pipas!

Piparras a la brasa

Y ahora pasamos a nuestro Santo Grial: el chuletón.
Varias personas nos lo habían recomendado y también habíamos leído sus buenas críticas en Internet. Y no es para menos. 
Disfrutamos como críos con esta carne. El dueño nos trajo el chuletón de Viejo en un plato, nos lo enseñó, nos informó de cuantos gramos pesaba y nos recomendó que, de momento, no pidiéramos más ya que era una buena pieza de casi 1,300 Kg.
Bien; nos trajo la típica piedra ardiente para poder terminar de hacer la carne al gusto, aunque bien es cierto que el punto que tenía de leña era suficiente.
La carne era extremadamente tierna, con un buen trozo de grasa (importante) y con un entrevedado visible; algo que siempre marca el sabor. 
Tanto nos gustó y tantas ganas teníamos de comerlo que al momento ya no había carne en el plato. Su dueño, sorprendido, nos dijo que si queríamos otra pieza y... ya nos conocéis. No pudimos evitarlo.
Esta vez nos comimos otro chuletón de 800gr. Quizá era gula o quizá no, pero os recomendamos que probéis su carne. Una carne curada, suave de sabor pero sabrosa.
Quizá lo más molesto es que el Albergue no es muy grande y la concentración de vapores y humo es algo abundante (tampoco mucho).

Chuletón de Viejo

Con las panzas bien llenas llegaron los postres. En estos restaurantes suelen abundar los postres caseros, que siempre se agradecen más que los precocinados.
Entre las 4 o 5 opciones elegimos una tarta de queso casera, con buen sabor pero nada especial, y el impresionante helado de queso de oveja.
Este helado es uno de los mejores postres (sin tener una elaboración más allá del helado y el queso) que hemos probado en mucho tiempo. Exquisito, sabroso y cremoso. Obligatorio.

Helado de queso de oveja

La zona, la comida, la Historia... todo tiene razón de ser cuando se visitan sitios como este.
Después de todo, nos recogimos en casa para pensar y pensar... ¿dónde estará nuestro Santo Grial?
Aunque una cosa está clara: cada día estamos más cerca.


Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 5,5
-Cantidad: 7
-Calidad: 8
-Precio: 7

Valoración global: 7. Servicio flojo para las pocas mesas que tiene. Aunque la cantidad no es muy abundante, los productos son de muy buena calidad. Especialidad en caracoles y chuletón (este último obligatorio). Atención! No se admite pago con tarjeta.

lunes, 24 de noviembre de 2014

"Capricho" cumplido.

Hoy hablaremos de sueños porque, ¿sabéis una cosa?, los frailes también soñamos y hay ocasiones, aunque no muchas, en la que los sueños se hacen realidad.

Después de cumplir un sueño hay varias posibles sensaciones que recorren tu cuerpo: la euforia de haberlo conseguido, la frustración de un sueño terminado, la decepción de no ser lo que esperabas, etc...
No vamos a decir cuál fue la nuestra. Cada uno, después de leer el artículo, que saque sus propias conclusiones.

Nuestro sueño gastronómico, muy alimentado últimamente por la publicidad, artículos y fama, era ir a la bodega “El capricho”, situado en la localidad de Jiménez de Jamuz, en la provincia de León. “El capricho” es reconocido y famoso por tener el mejor chuletón de buey del mundo.

Restaurante "El capricho"

El local es bastante curioso. Antes de entrar al restaurante lo primero que vemos, a través de unas cristaleras, es la cocina con las brasas, el personal y, destacando por encima de todo, sus impresionantes chuleteros. Accedemos al local por una sala con una pequeña barra que hace a su vez de recepción. Desde allí el personal nos acompaña hasta nuestra mesa. El comedor es una bodega acondicionada para restaurante, con pequeños apartados, las típicas bóvedas de bodega, para cada grupo de comensales.

El servicio es de gran calidad, amable, servicial y muy atento con los clientes. Se respira un ambiente como de restaurante de alta cocina.
La carta es extensa pero en su justa medida. Por supuesto, todo orientado al buey. En ella, aparte de los platos y los precios, cuenta la historia del local y el trato a sus animales, los verdaderos protagonistas de este lugar.
Pero hablemos de comida, ya que nuestro sueño era comer, no visitar.

Antes de nada, como recibimiento para ir abriendo boca, nos pusieron un pan tostado acompañado de un paté de cecina. Estaba muy sabroso y ensalzaba todo el sabor de la cecina en el paladar.

Pan tostado con paté de cecina

Hay gran variedad de platos entrantes, pero nosotros decidimos probar la carne de buey en todas las diferentes texturas ofrecidas.
Así que elegimos estos dos platos para compartir: steak tartar de buey y carpaccio de solomillo de buey. Dos muy buenas elecciones.

Una cantidad más que razonable de steak tartar y un color de la carne mucho más oscuro que lo servido habitualmente en otros restaurantes, hicieron de este plato algo especial. Por su aspecto da la impresión de que tendrá un sabor muy fuerte, pero realmente es excepcional, suave y agradable en boca.

Steak tartar de buey

En cuanto al carpaccio de solomillo de buey... han sustituido el habitual queso parmesano, que suele acompañar este plato y en ocasiones matar el sabor de la carne, por unas virutas de foie, dando como resultado una ración exquisita, de sabor inmejorable y en el que se permitía degustar plenamente el sabor de la magnífica carne. Perfecto.

Carpaccio de solomillo de buey

De plato principal, por supuesto, pedimos la famosa chuleta de buey. La pieza mínima de ese día era de 1 kilo y medio (aunque puede variar). Dato importante para los que acudan solos.
Primero nos presentaron la pieza en crudo para ver si era de nuestro agrado y nos explicaron sus características. A continuación colocaron una mesa auxiliar al lado de la nuestra y trajeron el chuletón cocinado entero a la brasa y exclusivamente con sal. Sobre esa mesa José Bordón, el cada vez más popular dueño de la bodega y como un padre para los bueyes, quita la grasa sobrante, separa la carne del hueso y trocea el chuletón con un corte diferente, siempre a contra veta, separando cada músculo para así favorecer que la pieza sea más tierna.

José Bordón

Como podéis comprobar el aspecto era apetecible, con un corte limpio y una jugosidad latente gracias al poco tiempo que estuvo la carne en el fuego.


Sirve una ración para cada comensal y en un plato de barro templado, previamente untado de grasa, deja el hueso y el resto de la carne. También se agradecen unas ricas patatas fritas en manteca.

Patatas fritas en manteca

Para la preparación de la carne no preguntan el punto, siempre lo sirven como ellos consideran su estado perfecto. Claro que habrá gente a la que le resulte crudo, pero merece la pena comerlo así. Es carne con un sabor muy intenso, suave, tierno, sabroso con una textura que no nos habíamos encontrado jamás en ninguna otra pieza de carne y, probablemente, esto se deba a su largo proceso de curación en el cuál ha madurado y ha perdido casi todos sus líquidos.

Pieza de chuletón


Es una carne de diez en todos los aspectos y, bajo nuestro punto de vista, todo esto se consigue al dar la misma importancia al cuidado del animal, a la madurez, a la curación de la carne y a la preparación de la misma.

Como todo se puede mejorar, quizás deberían plantearse poner los platos de barro un poco más calientes para no terminar comiendo la carne templada, aunque siempre puedes pedir que te traigan otro plato, claro está.

Para el postre pedimos consejo al camarero y, sin dudarlo, nos recomendó la Galleta de buey y café con espuma de chocolate blanco. Es un postre de presencia sobria y aunque por su aspecto no parezca un gran plato, no os dejéis engañar por su apariencia ya que para nosotros es el mejor postre que hemos probado hasta la fecha, por delante incluso de nuestra preciada torrija del Tatau Bistro de Huesca, recientemente galardonado con una Estrella Michelín. La tercera para la capital oscense.


El otro postre que nos aconsejó fue un helado de queso de oveja. Presentado en un recipiente de cristal cerrado que contenía el helado, nueces y humo que simulaban unas brasas. Al abrirlo salía dicho humo pudiéndose apreciar los aromas de unas buenas ascuas. Una original presentación, con un sabor agradable, pero bajo nuestro punto de vista, el humo mataba en exceso al de resto de ingredientes.

Helado de queso de oveja

Para terminar, una magnifica infusión de flores naturales de manzanilla y una café acompañado de galletas de buey, como no podía ser de otra manera.

Y así el sueño, una vez cumplido, llegó a su fin.

Ahora hablemos del precio, que es el argumento mayor de los detractores de este restaurante. Puede que sea el único motivo por el cual podría tener detractores ya que la calidad es indiscutible.
Vamos a dar nuestro punto de vista intentando ser lo más objetivos posibles. Nosotros somos de pagar lo que creemos que vale, no nos guiamos por el precio sino por la calidad y este sitio tiene calidad, mucha, pero también precio, mucho, aunque... ¿acorde? Es discutible, por supuesto. Pero esta carne vale mucho, ¿tanto como 70€ el kilo? Fue una comida de una calidad absoluta desde el principio hasta el final, ¿tanto como para pagar 90€ por persona sin vino? Insistimos, es discutible, pero nosotros no nos arrepentimos de ir, y aconsejamos que nadie se deje guiar solo por el precio, ni por lo que otra persona pueda opinar. El sitio lo merece. Hay que probar y sacar cada uno sus propias conclusiones.

Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 9
-Cantidad: 9
-Calidad: 10
-Precio: 6

Valoración global: 9. Gran calidad en todos los aspectos: servicio, todos y cada uno de sus platos, cantidad… Precio elevado, sí, pero muy aproximado a la gran calidad que se respira en este afamado lugar, porque no nos olvidemos que la fama también se paga, y mucho.

viernes, 31 de octubre de 2014

Peregrina a Huesca.

Hay momentos en la vida de todo fraile que se tienen crisis, crisis de fe, y como no podía ser de otra manera, nosotros también hemos pasado por esta etapa.
Pero tras un largo periodo de meditación espiritual y de peregrinaje en busca de nuestro verdadero camino, hemos vuelto a casa por la senda del buen comer, que al fin y al cabo es lo que mejor sabemos hacer (como buenos frailes). En todo este tiempo de crisis nunca hemos dejado de rezar, es la única manera de alimentar nuestra fe, y hemos podido visitar grandes iglesias gastronómicas, ermitas abandonadas y conventos sorprendentes para lo bueno y para lo malo.
Por eso hemos seguido actualizando nuestro Twitter con nuestras experiencias y nuestras sensaciones durante todo este tiempo, que no es poco. Y para nuestro regreso hemos querido volver con una gran catedral gastronómica, en este caso una de las más importantes de Huesca; el Lillas Pastia.

Hemos querido retomar las actualizaciones por varias razones. Una de ellas y casi la más importante es que estamos tremendamente contentos. Contentos por el extraordinario momento que está viviendo la cocina oscense.

Gracias a bares/restaurantes como el Tatau Bistro (nuestro favorito), del que todavía tenemos una crítica pendiente, o el Lillas Pastia, Huesca puede presumir de estar en primera línea gastronómica nacional.
Como bien decimos, esta vez nos dimos un buen capricho. Y es ni más ni menos probar la comida de este famoso restaurante.

Mucho se ha hablado de su cocina, de su trato, de su precio... pues bien, saldremos de dudas. ¡Vamos a ello!
El restaurante Lillas Pastia está situado en una inmejorable localización; en pleno centro de Huesca (Plaza Navarra) y dentro del famoso Casino Oscense. Su interior es elegante, modernista y muy funcional con grandes salones estilo casi Art Decó.
Como bien sabéis, el ayuntamiento de Huesca realizó un plan de movilidad que incluía la peatonalización de todo el centro de la ciudad. Así que, además, la zona no tiene contaminación acústica.
Y a todo esto hay que sumarle el esfuerzo que llevan haciendo una larga temporada para poder mantener la estrella Michelín que recuperó en 2011 (la mantuvo en su poder 11 años y la perdió en 2009).

El trato es exquisito desde el primer momento de entrar por la puerta. El restaurante tiene poco más de una docena de mesas y la distribución es perfecta ya que no se molestan las mesas entre sí y el espacio para comer es bastante grande. Tranquilidad ante todo.
Aquí empezaron nuestras dudas. ¿Qué elegimos? ¿Qué nos apetece más? ¿Cuáles son las recomendaciones? Pues bien, elegimos el Menú Carmen.
Este menú está compuesto por un aperitivo, dos entrantes, pescado o carne y postre y su precio es de 30€ (más IVA). Una muy buena opción para poder degustar su cocina.
La carta es variada y suele salir por 15€ el plato. Cualquier opción es buena.

El primer aperitivo es un pan de aceituna negra con tomate y ajo. Perfecto para abrir boca.
Era un pan caliente, al que le acababan de dar un golpe de gratinado, y que estaba muy crujiente en su exterior y jugoso en su interior gracias a la mezcla del tomate y el ajo. El ajo le daba un gran sabor, y al estar cocinado no mataba la suavidad del tomate. Servido en plato de pizarra.
Hablando de ajo... recomendamos que probéis, si tenéis la oportunidad, el ajo autóctono de Vallelado (Segovia). Magnífico. Algún día hablaremos sobre él.

 Pan de oliva negra con tomate y ajo


El segundo nos aperitivo sorprendió por su presentación, sin ninguna duda.
Lo impactante fue que las verduritas en "tierra" de aceitunas venían en un tiesto de terracota; como si estuviesen directamente plantadas en él. Vuelcan lo que son las verduritas en otro plato y podemos ver que tiene una base de "tierra", prácticamente real. Crujiente, arenosa, pero con sabor a olivada. 
La tierra no se mantenía por sí sola y una mousse de queso espectacular unificaba el plato.
La mousse era especialmente suave aunque poco espumosa, tirando a crema. La mezcla con la "tierra" y las verduritas hacía ganar puntos al plato, pero lo mejor de todo fue que las verduras habían sido muy poco cocinadas, realzando así su sabor aunque haciendo rara su textura.
Endivias, calabacín, borraja, tomates... todo en su punto. Domésticamente se tiende, erróneamente, a la cocción extrema de las verduras. Bien es cierto que es una cuestión de gustos, pero recomendamos hacerlas en su punto para disfrutar de su buen sabor.

Verduritas en "tierra" de aceitunas con tomates


El último plato del aperitivo antes de los entrantes fueron unos "hongos de patata trufados".
Si bien los anteriores platos nos parecieron unos platos originales y sabrosos, estos hongos eran sencillamente magníficos.
Quizá el plato del aperitivo que más nos gusto. ¿Por qué? Pues porque no se le puede sacar más partido a dos simples ingredientes. 
Era un puré de patata trufado imitando la forma del hongo. Nada más. Pero ese sabor de la trufa, ese toque de frito (todavía caliente) y la presentación austera nos cautivó.

 Hongo de patata trufado


Llegó la hora de los entrantes.
Con la "Terrina de anguila y foie con salteado de rebozuelo" empezamos a sentir algo extraño. No malo, pero sí extraño. Este plato nos metió de lleno en el menú. Como una catarsis, una purificación mental y física.
Sabemos que el foie es un ingrediente muy socorrido pero en este plato hacía un perfecto tándem con la frescura de la anguila. Además, el salteado de rebozuelo, aunque escaso, era muy sabroso y con buena textura. También acompañaba una lijera salsa de mostaza que, unida a los demás sabores, hacían una mezcla perfecta.
También destacar el espárrago, que tenía el mismo punto que las verduras del aperitivo.

 Terrina de anguila y foie con salteado de rebozuelo


Como decimos, el menú iba ganando enteros y, literalmente, el siguiente plato nos dio pena terminarlo de lo bueno que estaba.
Era un arroz de trufa (también con foie). Este tipo de platos también son muy manidos pero, por supuesto, tienen sus secretos.
Lo que hacía especial al plato era la cremosidad de su salsa, la trufa, todo.
Su sabor era muy intenso gracias a que la sal gorda realzaba el característico sabor del foie. Como decimos en Huesca, con una pequeña "ganchadeta" era suficiente para saborear todo el plato.
Color entre rosado y anaranjado que hacía apetecible el plato. Aunque por otra parte la escasa presentación, por no decir nula, invitaba a lo contrario. Entendemos también que es difícil decorar un mero plato de arroz.
Una muy buena cocción, en su punto, y una ración generosa. Poco más podemos decir.
Aquí podéis verlo:

 Arroz de trufa


Y para terminar, la carne; sin menospreciar el postre, claro.
En el menú hay bastante variedad entre carne y pescado y si el plato se termina en carta dan varias opciones para su nueva elección.
Esta vez elegimos un rabo de buey estofado que, sinceramente, fue el plato que menos nos sorprendió.
Sí, no podemos negar la calidad de su carne, su ternura, el sabor de la salsa... pero creemos que algo fallaba. El poco acompañamiento de setas y la textura demasiado gelatinosa no terminaron de convencer. Eso sí, como decimos, era una carne extremadamente tierna y, a pesar de estar estofada, no se había desprendido siquiera del hueso.
Su sabor era intenso pero el anís... en ningún sitio.

 Rabo de buey estofado al anís estrellado


Y para rematar nuestra peregrinación por esta catedral... unas fresas maceradas con espuma de coco y sorbete de rosas.
Otro de los mejores platos del menú. Unas fresas frescas, bien maceradas y con un pequeño toque a hierbabuena. La espuma de coco era ligera, perfecta para dar el sabor intenso y agradable característico de ese fruto. Pero lo más espectacular para nosotros fue el acompañamiento superior, lo que hacía una buena arquitectura del plato. Un caramelo con semillas de sésamo con mucho aroma y un potente sabor que acompañaba perfectamente a lo mejor del plato: el sorbete de rosas.
Extraordinaria la sensación de las rosas en el paladar. Cerrad los ojos e imaginad oler profundamente un ramos de rosas. ¿Ya? Pues trasladad esa fragancia a la boca y aumentad su intensidad. Sensacional.

Fresas maceradas, espuma de coco y sorbete de rosas


Y con esto terminamos nuestra peregrinación. Satisfechos, contentos, felices.
Nos pareció un menú muy completo, equilibrado y sorprendente y nos mostró el buen hacer de este gran restaurante. Todas las dudas que se han vertido sobre él nos quedaron resueltas y podemos confirmar que es uno de los mejores restaurantes de la ciudad de Huesca.
Calidad/precio en menú Carmen nos pareció una opción muy recomendable. Pero podemos decir que cualquier excusa es buena para probar su cocina.


Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 8,5
-Cantidad: 7,5
-Calidad: 8,5
-Precio: 8

Valoración global: 8. Muy buen servicio. Restaurante bonito y tranquilo. Platos muy bien elaborados con gran calidad de productos.

martes, 16 de abril de 2013

Mirando para la tierra.

Bueno, bueno, bueno...
¿Os acordáis de nosotros? ¿No? Pues nosotros sí que nos acordamos de vosotros y, aunque no lo parezca, también de este nuestro blog.
Hemos estado desaparecidos desde hace bastante tiempo, aunque los que nos seguís en Twitter sabéis que tampoco hemos parado. En fin... que ¡ya era hora! ¡Vamos a ello!

Esta vez no nos fuimos muy lejos. Probamos uno de los restaurantes que últimamente está teniendo mucha aceptación a pesar de llevar bastante tiempo abierto. "El Origen", en Huesca.
Es un restaurante situado en pleno centro que está especializado en cocina aragonesa y sus productos están enfocados a una cocina ecológica y vanguardista.
Tenemos que decir que ya habíamos probado sus platos una vez hace bastante tiempo, pero no salimos del todo contentos. Quizá se estén esmerado más en la realización de sus platos o nosotros teníamos mejor día, quién sabe...
El local es tranquilo, bien decorado y el servicio es muy atento. También tienen un salón para celebraciones.

El menú diario es muy variado y bastante barato para su calidad (15€). Nosotros elegimos el menú "Fin de Semana" (20€) con 5 primeros y 5 segundos a elegir, ya que estábamos de celebración (felicidades Pilar!).
Como aperitivo nos dejaron unas olivas negras en salmuera que siempre vienen bien para matar el gusanillo.
Y ahora, los platos.

"Boliches del Pilar estofados con calabaza y velo untuoso de cabeza de jabalí". Suena bien, ¿verdad?
Siempre se agradecen unos buenos boliches en días de frío y, además, éstos estaban realmente ricos.
Eran tiernos, sabrosos y la textura de la salsa estaba en su punto aunque el pan para acompañar no era del todo bueno. El "velo untuoso de cabeza de jabalí" no le añadía un toque espectacular al plato pero le daba el sabor justo a embutido que todo cocido agradece. También pedimos unas guindillitas para acompañar al guiso que muy amablemente nos sirvieron.

Boliches del Pilar estofados con calabaza y velo untuoso de cabeza de jabalí

En un menú ecológico no pueden faltar el arroz, las setas o el queso. Pues bien, en el "arroz del Cinca en risotto de setas de temporada e Idiazábal rallado" tenemos todo eso.
No podemos negar que es una combinación que casi siempre gusta. Lo difícil de este plato es que el arroz quede jugoso, sabroso y aromático. Las pequeñas setas de temporada acompañaban perfectamente al conjunto del plato, aunque en este arroz se echaba en falta el sabor al queso Idiazábal, que es un queso de oveja con sabor intenso a leche madura. Aún así, tenía todo lo que un buen risotto debe tener: olor, sabor y cremosidad. Una buena elección.

Arroz del Cinca en risotto de setas de temporada e Idiazábal rallado

Pasamos a los segundos. 
Ya sabéis que nosotros somos más de carne que de pescado, así que elegimos un lomo de ternera y unas carrilleras de cerdo.
Empezamos con un "lomo de ternera D.C. Pirinea con manzana asada y salsa de queso azul". Es otra de las combinaciones que nunca fallan: carne, queso azul y manzana. Si sumamos que la ternera está catalogada con la "D.C." de denominación de calidad, pues... para quitarse el sombrero.
Era una carne jugosa y sin mucha grasa. Un trozo generoso con el que daba gusto mezclar los sabores del queso y la manzana asada. Por ponerle algún pero... la salsa de queso era demasiado líquida, que sumado al jugo que soltaba la carne, hacía que no se "mojase" bien la carne.

Lomo de ternera D.C. Pirinea con manzana asada y salsa de queso azul

Y ahora vamos con el plato que más nos sorprendió. Unas "carrilleras de cerdo glaseadas con avellanas y fina zanahoria"; un plato espectacular.
La carrillera es una de las partes más tiernas y melosas del cerdo, pero si a esto le añadimos que esta carne estaba en su perfecto estado de cocción, pues tenemos un plato sensacional.
La carne, literalmente, se deshacía en la boca. Había cogido todo el jugo de la salsa y, además, estaba en su punto exácto de reducción. Tenía ese punto dulce del glaseado y una textura prácticamente caramelizada. Igualmente, daba gusto mezclar los sabores con la salsa de fina zanahoria. Sencillamente perfecto.

Carrilleras de cerdo glaseadas con avellanas y fina zanahoria

Y como colofón una "mousse de yogurt de Fonz con velo de frutos rojos y espuma de chocolate". Se nota que tienen mano con los postres ya que innovan en sabores y presentación. Petazetas de chocolate, capas de sabores...
Pese a que no tenía una consistencia espumosa, sí que tenía la textura esponjosa típica del punto de nieve. El sabor era principalmente a leche de oveja mezclado con la acidez de los frutos rojos. Otra vez... una mezcla perfecta.

Os aconsejamos probar sus platos y que comprobéis vosotros mismos que tanto los productos de esta tierra como el buen hacer de este restaurante son todo un diamante.


Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 8
-Cantidad: 7
-Calidad: 8
-Precio: 7,5

Valoración global: 7,5. Gran calidad en los productos. Cocina creativa, ecológica y vanguardista. Muy buen servicio y muy buena relación calidad/precio. Postres excelentes.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

En el filo del "pero".

Después de una pequeña temporada de vacaciones nos adentramos de nuevo en lo que realmente nos gusta: la comida.
Esta vez hablaremos de un restaurante que está situado en el centro de Huesca, se llama "Los Fogones". Está muy cerca de la basílica de San Lorenzo, donde aguarda el santo que da nombre a las recientes fiestas patronales de Huesca.

Basílica de San Lorenzo

Nos habían hablado mucho sobre este restaurante y teníamos opiniones de todos los tipos. Bien, mal, regular... Pero no teníamos una opinión clara. Siempre era un "Bien, pero...", "Mal, pero...". Así que decidimos ir a comprobarlo nosotros mismos.

Podemos decir que en poco tiempo hemos ido varias veces precisamente para quitarnos alguna espina de la vez anterior. Algo que, a nuestro juicio, no ocurrió.
El restaurante es céntrico, tranquilo y con una decoración armoniosa. El servicio es atento y educado. Su carta se centra en carnes de mar y de montaña, arroces, y raciones marineras. De todas maneras, es posible que os encontréis algún pero. Además, la carta no es muy variada. Unos 4 o 5 platos por tipo.

En nuestra primera visita decidimos tener varias opciones en la mesa. Tanto menú de arroz (unos 14€), cómo menú del día (unos 12€). El precio del menú diario es más que asequible dada la variedad y la cantidad.
Esta vez el menú de arroz incluía como entrante un cazón en adobo y como primero un generoso plato de jamón y tomate rosa de Huesca, muy típico. El plato no es muy reseñable pero debemos decir que el tomate es muy rico y jugoso y que el jamón no es envasado, que es un punto a favor.

Cazón en adobo, jamón y tomate rosa

El plato principal del menú de arroz lo suelen variar diariamente. Esta vez nos tocó un arroz con cangrejos de playa. El plato es muy copioso y nos hemos dado cuenta de que sirven la misma cantidad si se pide el menú una persona que si lo piden dos. La verdad es que de esa gran cazuela pueden salir 3 o 4 platos, así que puede ser una opción, cuando se va acompañado, que uno pida el menú diario y otro el de arroz.

En cuanto al arroz... era bastante bueno. Cremoso y con un sabor muy intenso gracias a los cangrejos. Tenía un pequeño golpe de horno, ya que el arroz quedaba algo turrado en la parte superior. En definitiva, mucha cantidad y bastante calidad en cuanto al arroz.

Arroz con cangrejos de playa

En cuanto al menú... Tiene casi más variedad que en carta. 
Elegimos de primero un delicioso revuelvo de boletus con jamón. Tenía un sabor exquisito gracias a los boletus que es una de nuestras setas preferidas por su sabor suave y por su gran intensidad. Su textura era agradable ya que los boletus eran muy tiernos.
Sí que es verdad que algún trozo de huevo estaba algo crudo y el jamón un poco grande pero, en general, estaba muy bueno. El plato es generoso.

Revuelvo de boletus con jamón

Y de segundo, secreto ibérico a la brasa. Como podéis ver, de brasa tiene poco...
La carne no era nada sabrosa y la placa caliente en la que venía servida hacía que la carne se agarrase un poco, aunque le daba un sabor un tanto especial. Eso sí, de sabor... nada de nada.

Secreto a la brasa con pimientos

En cuanto a postres... muchos de ellos son caseros, así que siempre suelen ser más buenos que prefabricados.
Nos resultó especialmente bueno el "yogurt casero con miel y nueces" y el "coulant de chocolate".
Entendemos que son postres algo empalagosos para los que no les guste mucho el dulce, pero son realmente buenos.
El yogurt es muy cremoso y con sabor a leche, como los yogures caseros antiguos. Os lo recomendamos.

Yogurt casero con miel y nueces

El coulant, para los que no lo sepáis (que lo dudamos), es un bizcocho de chocolate relleno de más chocolate que se sirve caliente. Vamos, una muerte dulce.
Suele ser muy agradable a la boca debido a la temperatura y si el bizcocho es bueno puede ser una delicia.

Coulant de chocolate



Puntuación (1 a 10):
-Servicio: 5,5
-Cantidad: 6
-Calidad: 5,5
-Precio: 6

Valoración global: 5,5. Hay ciertos detalles en la comida en los que deberían mejorar. Aún así, tienen platos que recomendables. Aunque la carta es muy escasa, su menú de arroz o diario es muy variado y el restaurante es tranquilo.